martes, septiembre 27, 2005

Cuento loko... ayer me puse a ver unos cuentos que escribi una vez, muchos son tontos, pero este es gracioso

Y era siempre lo mismo, siempre las mismas palabras, ese libro no tenía fundamentos ni explicaciones extras, no hablaba de nada, siempre era lo mismo, siempre repetía lo mismo. Y tenía trescientos veintiún páginas.
Realmente estaba podrido de leer eso. No podía creer que estuviera en una Universidad, estudiando arqueología y que lo único que le dieran para estudiar en la materia “Mesozoico I” fuera ese libro estúpido. Pero lo volvió a leer, una y otra vez, y otra vez, y otra vez. Todas estupideces... ¡Y eran famosos por sus métodos de estudio y su capacidad para que los alumnos estudiaran! Ahora entendía por qué todos los alumnos tenía grandes notas... eran todos unos idiotas.
Y ya faltaban nada más que dos semanas para el parcial, entonces dijo que aunque no se lo pidieran, iba a estudiar otra cosa, otras teorías, otros libros. Salió de la habitación que alquilaba con la plata de la beca en el bolsillo. Caminó por todo el centro de la ciudad, revisando todas y cada una de las librerías que encontraba. Fue así como consiguió diez libros que desarrollaban todos los temas del primer año, libros extensos con muchas explicaciones y diferentes opiniones.
Cuando volvió a su casa, estudió, leyó y repasó. Estuvo cinco días leyendo día y noche lo que los libros tenían para decirle. Aprendió que el más experimentado arqueólogo de Francia, Jean Muriett, tenía una teoría muy buena sobre el mesozoico, y sus palabras estaban repetidas en los diez libros que había comprado. Encontró otros que también estaban en más de uno de los libros y estudió sus nombres, sus conocimientos, acrecentó sus estudios, aprendió todo.
Y volvió a repetir la experiencia, leyó una y otra vez, hizo resúmenes, encontró similitudes y diferencias, se las aprendió, aprendió nombres, fechas lugares... todo lo que pudo estudiar de esos libros, él lo estudió. Y en dos semanas sabía más de lo que había aprendido leyendo el primer libro durante tres meses.
Y el día del examen llegó, y cuando se vio sentado frente a la hoja, leyó las preguntas y soltó una carcajada, al mismo tiempo que muchos otros, la mayoría, en el aula: Las preguntas eran sobre Jean Muriett, sobre todas las cosas que había aprendido de los libros que había comprado y a penas unas pocas se referían al abrumador texto de trescientos veintiún páginas dado por el profesor.


Mel

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