lunes, abril 25, 2005

Suicidio

Hola!!! aca estoy de nuevo, aunque no se a quien le hablo...

Saber la importancia de la vida es un don que no todos poseemos. Descubrirlo a una edad tan intrincada como la adolescencia es más que un don, es magia, inteligencia, sentido común...
Yo descurbí qué importante es mi vida gracias a los demás, gracias a mis amigos, que me hicieron ver qué importante era para ellos que yo continuara con vida, cuando me dieron a entender que si algo me pasara, ellos llorarían.
Uno de ellos escribió, sin saber qué fuerte que iba a pegar en mi: "odio a los suicidas, porque me parece que dejar una vida porque no anda bien es coardía". Saber su forma de pensar, sus creencias y convicciones, abrieron en mi un sentimiendo de búsqueda interior... reconocerme como una NO-COBARDE, encontrar un fundamento tan factible frente a la idea de suicidio fue maravilloso.

Jaja, y bueno para la salud!!!!

Esto es todo por hoy...

Mel

sábado, abril 23, 2005

La Escalera

Bueno, esto no es una inspiracion mía sino obligada... no importa, como me gusta lo pongo igual :P

Personajes:
Cassandra
Pandora
Angélica
Adolfo
Cecilio
Fernando
Marcia

La entrada de un edificio público, compuesta por una escalera de alrededor de cincuenta escalones sin rampa alguna. Una mujer, vestida de verde, en silla de ruedas está frente a ella mirando. En su rostro se reflejan la angustia y la indignación. Seis personas más circulan: una mujer y su hija bajan por la escalera, un hombre y una mujer bajan también, mientras charlan, unos escalones más arriba, otro hombre sube y el último camina por la vereda.

Cassandra: (A Cecilio, que se dirige hacia ella con aire ausente por la vereda) Disculpe, disculpe señor. ¿No me ayuda?
Cecilio: (frenando en seco y alejándose) No, no tengo tiempo.
Cassandra: ¡Por favor señor! (se acerca a Cecilio, que primero retrocede y luego sale caminando rápidamente).
Cecilio: (histérico) ¡No me toque! Aléjese, déjeme en paz (sale).

Adolfo llega al pie de la escalera, ahora todos están quietos mirando debido a los gritos de Cecilio.

Adolfo: Disculpe señorita, ¿se encuentra usted bien?
Cassandra: (Todavía mirando el lugar por donde salió Cecilio) S-sí, yo… yo solo le estaba pidiendo ayuda…
Angélica: (acercándose y reteniendo a Pandora, su hija, que se acerca a Cassandra y la mira con atención) ¿Necesita ayuda? Pobrecita (le apoya una mano en el hombro), ese hombre es un maleducado.
Cassandra: Yo ya estoy acostumbrada, (mira las escaleras) la ciudad está construída por personas así.
Adolfo: (siguiendo la vista de Cassandra y mirando luego a los demás, ahora todos rodean a la mujer) Tenemos que ayudarla a subir, ¿no es así, señorita…?
Cassandra: Cassandra, sí, necesito subir y no hay rampas.
Pandora: ¿Por qué no podés caminar? (Cassandra ríe)
Angélica: ¡Pandora!
Cassandra: (sonriendo) Déjela. Mirá, Pandora, hace mucho tiempo yo tuve un accidente, es por eso que ahora no puedo caminar.
Pandora: ¿Qué te pasó?
Cassandra: Me caí de un caballo y me lastimé la columna.

Fernando se ríe desenfrenadamente y los demás lo miran, Adolfo con gran indignación.

Fernando: La verdad es que es una manera medio estúpida…
Cassandra: (gélida) Gracias.
Adolfo: Pídale perdón a la señorita.
Fernando: (en tono un tanto burlón) Perdón, señorita.
Marcia: (dando un paso al frente y subiendo el tono de voz) ¿Cómo se atreve? (Luego parece rectificarse y vuelve hacia atrás, como arrepintiéndose)
Cassandra: (a Adolfo) No importa, señor… ¿cómo es su nombre?
Adolfo: Adolfo. Venga señorita, yo la ayudo a subir las escaleras. (mira a los demás) Voy a necesitar ayuda, Marcia, ¿me ayudás?
Marcia: (dudando) Eh… no sé (mira el reloj).
Adolfo: Por favor…
Marcia: No, yo… me tengo que ir (sale, rápidamente, con la cabeza gacha)
Adolfo: Bueno, ¿quién me ayuda?
Fernando: (como queriendo rectificarse) Yo, ¿la llevo a caballito?
Angélica: ¡Si la va a seguir tratando así, mejor no haga nada!
Cassandra: Por favor, ya basta. ¿Me va ayudar o no, señor?
Fernando: Como no. Venga Adolfo, Levantemos a la señorita, (a Angélica) ¿puede usted llevar la silla?
Angélica: Sí, como no. Pobre Cassandra, debe ser difícil sobrevivir en esta ciudad. Vení Pandora.

Fernando y Adolfo levantan a Cassandra. Angélica agarra con una mano el respaldo de la silla y con la otra a Pandora. Los cinco empiezan a subir mientras cae el

Telón


Mel

martes, abril 19, 2005

El Grito

Bueno, aca estoy otra vez, sin absolutamente nada mejor que hacer que escribir. La verdad es que me gustaría que los que entran firmen... posteen che!!!

-¡Qué disaster!- el grito resonó en toda la casa y Lily corrió por el pasillo en busca de su hermano.
-¿Qué pasó?- preguntó, alterada, cuando lo encontró en su habitación, toda revuelta.
-¡No sé!
La cama estaba deshecha, los cajones abiertos y su contenido desparramado por el piso, la lámpara estaba caída y rota, el ropero vacío y toda la ropa rota y tirada.
Lily miró con cuidado , y junto a la ventana vio que algo brillaba. Se acercó con cuidado y encontró un anillo de oro, con un rubí incrustado, y en éste, una cruz dorada.
-Estuvo aquí.- dijo con vos temblorosa, dándose vuelta.
-No estuvo- dijo una voz extraña -, está.
Los hermanos escucharon disparos y no supieron nada más.

Gracias a Alvaro por la inspiración!!! digo, nada de ésto hubiera pasado si no hubiese dicho ese "que disaster!".

Mel

domingo, abril 17, 2005

Uy! Dios!

Vieron cuando tienen ganas de romper todo??? Bueno así me siento yo hoy, probablemente lo que venga después sea medio depresivo, pero la verdad es que otra cosa no va a salir de mi

Quizá no debería haber explotado de esa manera, quizá debería haber tenido un poco más de paciencia, pero mi corazón ya no soportaba la tensión, ya no soportaba estar comprimido de dolor, rebozante de silencio.
Estallar y ya, romper, gritar, patear, llorar, todo eso debería haber hecho, pero sin embargo lo único que me salió fue mandar todo a la mierda y cerrar la puerta de un golpe, cosa que técnicamente tampoco hice, porque la porquería esa se traba y tuve que hacer fuerza para cerrarla... igual se escuchó, creo.
Y caminé rápido, sin sentido alguno, yendo a ningún lado, segura que después de mucho andar y mucho titubear iba a volver a abrir la puerta y entrar con cara de perrito apaleado, o, como diría el chavo, cantando "vuelve el perro arrepentido, con su mirada maltrecha, con el hocico partido, con el rabo entre las piernas... ¡pero se repite veinte veces!" Solo que yo iba a tener que repetirla como cien, porque ni siquera se si me escucharon cuando dije que me iba... es decir, yo lo dije, ¡y tres veces lo dije! pero ninguno me respondió...
Bueno, igualmente, aca estoy, otra vez en la misma, y muy probablemente termine igual, volviendo a mi casa, sintiéndome idiota y con ganas de encerrarme y llorar, pero llorar mucho.

Mel

sábado, abril 16, 2005

Ella

En algún lado la vi, de eso estoy segura.
No mide más de noventa centímetros, es apenas una niña. Pero una niña hermosa, de largo pelo rojo como el fuego, suave como el algodón y fluido como el agua; lo sé, aunque nunca lo toqué. su piel es blanca como la nieve, tersa como un tomate fresco, fresca como un día de primavera y suave como la seda; lo sé, aunque nunca me acerqué a más de tres pasos de ella. Sus ojos son los más hermosos que alguna vez haya visto, enormes, del color de la miel, brillantes y atentos, escrutadores y magníficos; lo sé, simplemente lo sé.
Caminaba por el centro comercial de mi ciudad, tranquila, con una par de amigas. Las tres acabábamos de cobrar nuestro sueldo y habíamos decidido darnos un premio, merecido por cuatro meses de trabajo sin recibir paga. Salvar vidas es cansador y te hace olvidar que, además de médico, sos una persona que necesita descanso y una vida.
Me compré un hermoso vestido floreado, rojo y azul. Estaba feliz con mi compra, charlaba alegremente con mis amigas cuando ella apareció.
Se paró frente a mi y me miró a los ojos. Estaba a apenas un metro y medio, con una margarita en la mano izquierda. Me miró fijamente con esos grandes ojos dorados, sin parpadear siquiera, y, de pronto, el mundo se silenció. Mis amigas siguieron caminando sin notar mi embolismo. El sol y la gente se movían con gran rapidez, se hizo de noche, pero yo no podía quitar mis ojos de ella. ninguna de las dos dijo nada, tampoco nos movimos, a pesar de todas las personas que se acercaron a mi, pero yo no los escuchaba, ni quería hacerlo.
De pronto, un hombre caminó entre nosotras y, cuando hubo pasado, ella ya no estaba, seguía siendo de día y mis amigas acababan de frenar para preguntarme qué me pasaba. Las miré y respondí con una sacudida de cabeza. Me volví y seguí caminando, pero antes, inconsciente, volví a mirar al lugar donde ella había estado, con una vaga esperanza.
Me pregunto si algún día volveré a verla.



Oh! esta es una de mis cosas, y es lo que van a ver acá, mis escrituras.

Mel