domingo, febrero 07, 2010

Sueños

Despertó bruscamente. La habitación estaba totalmente oscura y solo se oía el ruido de su propia respiración. Tanteó el lugar a su lado y supo que estaba vacío, notó que ni siquiera estaba destendido. No había nadie más, ni nada.
Había despertado de un sueño en el que todo estaba allí. Había tenido todo lo que jamás había deseado, conocido gente magnífica que la consideró su amiga, cumplido su sueño de pertenecer a un grupo… todo una mentira, una mera ilusión de plástico.
Y despertó tan bruscamente.
Las lágrimas rodaron por su rostro seco, y sus ojos aún no se acostumbraban a la oscuridad, ni su corazón a la soledad. Comenzar todo de nuevo, intentar ganar lo que en el imaginario había sido tan fácil, no parecía nada sencillo. Su pecho se llenó de angustia, sus manos abrazaban el aire, su boca se torcía en una millonada de besos que ya no podía dar.
En la penumbra tanteó esa tijera ya tan conocida e hizo un corte en su antebrazo, el cuarto. Ya cuatro veces había despertado de un sueño.

Esta vez no podía seguir adelante, no sin cicatrizar. Así que se tumbó en la cama fría y vacía y lloró. Lloró hasta que las lágrimas se le secaron en los ojos, los gritos murieron en su garganta y la angustia del pecho había desaparecido.
Sacudió un poco el polvo de ese sueño hermoso y solo quedaron pedazos pegados. Intentó desprenderlos pero no pudo, quiso arrancarlos pero dolían. Entonces tomó la tijera e hizo otro corte encima, porque supo que esa herida, nunca debería cerrar del todo, y que ese sueño, iba a soñarlo otra vez.